Matizando la vida con nítidos colores, vamos perfilando el entorno,
componiendo imperecederas sinfonías que crean el sortilegio que
permite que el péndulo de nuestra vida no altere la regularidad de
su movimiento, oscilando suspendida desde un punto fijo, bajo la
acción de los momentos, pero sin perder la fuerza de la gravedad,
para que la inercia no rompa su ritmo.
Procedemos de la fuerza de la vida, desde la morada del silencio.
Trayecto encrespado en ocasiones. Otras, sólidos caminos que
recorremos entre vaivenes de tristezas y alegrías. Y envueltos en el
físico perecedero que muestra la imagen momentánea del ser, vamos
dibujando sobre nuestra esencia interior, con trazos de experiencias
enriquecedoras que van forjando la cadena humana, que aprisiona la
existencia sobre la tierra, el destino esperado.
El mundo parece desplomarse sobre sí mismo, minado por la
individualidad capitalista. Sin embargo, a pesar de que con sorna,
muchos se pierden en la sórdida riqueza de lo superficial, de todo
aquello que no sea acumulación de imagen, y visión de las cosas
tangible y cuerdas, siguen existiendo , aunque en penumbras a veces,
el ser que más allá de lo inmediato, lleva adelante la esencia de los
valores humanos; la conciencia del hombre solidario; la belleza del
compartir; la generosidad de dar, la trascendencia del amor.
Y matizando la vida, perfilando los contornos del hombre, caminando
hacía un desenlace de palabras que sin cohibirse, sin sonrojarse,
buscando los recursos en el interior del ser gritarán:
¡ El manantial de la vida está lleno de la sabiduría del hombre !
Annia Mancheño
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