¡ BIENVENID@S !

¡BIENVENID@S! a mi Blog personal.

Desde aquí, espero transmitiros, todas la emociones, sentimientos, alegrías, penas y satisfacciones, que mi pluma sea capaz de plasmar sobre el folio.

Espero que os guste y al menos durante los minutos de lectura de éste, vuestras emociones, sensaciones, sean como mínimo, gratificantes y enriquecedoras.

Un abrazo.
Annia




lunes, 2 de mayo de 2011

MINI-RELATOS

DEL NACIMIENTO A LA MUERTE

Silencio. Navegando hacía la Aurora. La nada.
Semilla en un río de aguas templadas, dejando atrás polvo de sombras.
Río arriba, suspirando al compás de las olas que amamantan.
El aire del amor, roza las velas, que palpita con rítmico tictac, como un reloj.
Y empieza la travesía hacía el destino, con rumbo indefinido, sin ancla ni timón.
El viaje, tiene varios puertos a la vista. Etapas que avanzando pasarán.
Niñez, adolescencia, vejez.
Del silencio al estruendo. Del estruendo al mutismo, navegando de nuevo hacía el silencio en busca del esperado fragor, del silencio muerto.

UN SEGUNDO DE ÉXTASIS

El fuego de él, le quemaba. Las llamas, recorrieron su cuerpo y en un instante, un segundo, explotó cada rincón de su fortaleza, dejando cenizas blancas dentro de ella.

AMOR SIN FUTURO

La pasión, era el precio. La soledad, la mercancía. El mañana, un futuro de lágrimas. La otra, la flecha envenenada de la vida.

LA FAMILIA

El, ella. Dos átomos fundidos. La siembra. La cosecha. El fruto recogido.
Ellos, ellas. Brisas liberadas. Células multiplicándose. Principio y fin.
Meta por la humanidad marcada.

EL ADIÓS

Surcando las palabras del adiós, fue sembrando en su memoria los momentos pasados. Después, cuando él se marchó, batiéndose en duelo contra la lágrimas, secó la lluvia sobre los cristales de su alma y dijo a su pensamiento:  La vida sigue. Enciende los rayos del sol de la esperanza.

CANSANCIO

Recorrió las calles. Buscó el calor. Sobre superficies de desperdicios, entre cartones,  volcó sus miembros cansados impregnados de humanidad vacía y en soledad le dijo adiós a la vida.

NANA SILENCIOSA
  
Suavemente, con un vaivén de olas, mecía sus prodigios.
Tenuemente, como un  batir de alas, sus párpados se cerraron y una media luna, iluminó el horizonte al sur de su rostro.
Avanzando, al rítmico compás del tictac de su corazón, le llevó hasta su aposento nocturno. A contraluz, le miró una vez más. Su capullo de rosa, navegaba hacía un espacio sideral, donde la paz del sueño, reinaba rodeado de legiones de inocencia. Ella, era su vigía. Sus brazos, el velero. Su corazón, las velas de su barca.

LA MAR  EL MAR

Aquellos ojos, le robaban la tranquilidad, aportando a sus noches, sueños de felicidad eterna que se desvanecían con la luz del día.
Se propuso conseguir la mar, que habitaba en ellos y echándole coraje a la vida, la invitó a salir una noche.
En la alcoba, a oscuras, después de unas copas de más, descubrió, que la mar encerrada en aquellos ojos, no era el sueño de sus noches, y antes de que se despertara el día, supo que a la mar, también se le llama. ¡ el mar!

LA VUELTA

Cuando le explicaron los riesgos, no puso ningún impedimento a la operación. Sólo dos días más, y sabría si su vida, iba a seguir teniendo un destino o por el contrario, una meta final próxima.
Se despertó entre tinieblas, y en los ojos de su marido, descubrió, que su camino, aunque tortuoso durante un tiempo, seguía teniendo un horizonte claro. Aquel monstruo que se multiplicara día adía, dentro de sus senos, había sido exterminado  y retirado de sus cuevas. Una vez limpios los alrededores de estas, de las raíces de su esencia, habían sido anuladas.
Sonrió y mirándole dijo:
Hola cariño. ¡Ya he vuelto!
Y él contestó:
Para mi...  ¡ No te habías ido todavía ¡

 EL RECONOCIMIENTO
  
Enfilando la calle Atocha, sin querer mirar, las sombras que habitaba los portales, cobijadas entre cartones, arrastraba los pies, como cada noche, intentando eludir el resquemor que recorría sus pensamientos.
Siempre, había sido un niño apocado y torpe, incapaz de realizar actividad alguna, que gozara del reconocimiento de su madre.
Ahora, cada día, al darle el sobre con los honorarios, por sus noches en vela en el hospital, recibía de ella la felicitación tardía, que añoró durante tantos años.
Dejó de pensar. Había llegado a la calle principal. Abrió su cazadora, dejando al descubierto su camisa, abierta hasta la cintura. Se despojó de los últimos restos de repugnancia interior que le salpicaban y delante de un minúsculo espejo, se maquilló aquellos dos trozos de cielo que adornaban su mirada.
Luego, esperó. La noche era larga, pero la zona, estaba muy concurrida.

UN SUEÑO DE LIBERTAD

A cambio, del tiempo que dedicaba a cuidar a aquella anciana, le proporcionaban techo y alimento y una cantidad simbólica, pero importante, al cambio en su país de origen.
Una tarde libre a la semana, le permitía poner el giro una vez al mes y respirar el aire de Madrid.
Un día, a la vuelta de una esquina, su pulso se aceleró. Dos policías, paraban a los transeúntes, para examinar, el Documento Nacional de Identidad de estos. Quiso darse la vuelta, pero ya era tarde.
La llevaron a una comisaría, donde permaneció cuarenta y ocho horas y desde allí, la trasladaron en un furgón, acompañada de cuatro jóvenes más, hasta el aeropuerto, donde quedó en tierra, al despegar el avión, sus sueños de libertad... ¡Sin billete!

EL REFLEJO

Cuando la vio delante de él, pensó en oscurecer su rostro, con el fin de no mostrar, aquello que tanto apesadumbraba su mirada. Pero, la inmovilidad ha que había sido sometido con aquel bañó de plata, hizo imposible la acción.
Devolvió el reflejo y una vez más, contempló desolado la huella del dolor en las pupilas de ella. La cicatriz, enrojecida, cruzaba sus mejillas, implacable, aportando a su imagen joven y lozana, el sello de la desgracia acaecida.

EL ENVIO
  
El vestíbulo del hotel, estaba vacío. Caminó hacía los ascensores, apresuradamente, mientras leía el número de la habitación en la tarjeta que le habían dado.
Golpeó la puerta. Esta, se abrió y unos ojos lascivos y lujuriosos, miraron por encima de sus hombros, temerosos de que se hubieran oído los golpes. Dio un paso adelante, al tiempo, que su brazo, era aprisionado por lo que le pareció un garfio, con una fuerza mayor que la de su resistencia interior.
Respiró hondo y pronunció las palabras esperadas.
Madame Rospier, me envía.

LA COPA

  
La gramola, sonaba con un leve chirriar de fondo.
El local, apestaba a alcohol y humo y sobre la mesa, un vaso vacío, gritaba su deseo.
Quiso levantarse, pero sus pies, eran lozas de granito tallado con formas sinseantes.
Miró la puerta, y durante un segundo, pensó en emprender de nuevo, el camino de vuelta. Pero este, estaba cubierto de surcos, anegados de mentiras, violencia, desamor y falsas promesas.
Con la voz quebrada y las palabras enredadas en una lengua pastosa, envuelta en el hedor  del alcohol, gritó levantando la mano:
Camarero, otra copa.


SU DESTINO

Engendrada, en una noche de pasión sorda y ajena al amor, había llegado al mundo.
Tras, una ardua tarea de lucha contra su autoestima, de la cual salió vencedora, creció entre incertidumbre,  con una febril obsesión por conocer, la cuna de su primera esencia, fuera de aquellos muros, donde habían internado su existencia.
Salió por la ventana, sigilosamente, desprendiéndose una vez fuera, de aquel distintivo con cuadros  grises, que envolvía su cuerpo, tapando con líneas rectas las inevitables curvas, que iban dando forma a su adolescencia.
Después de muchas pesquisas, noches envueltas en desorientación y ayunos forzados por el vacío de sus medios de subsistencia, encontró su destino frente a ella. Sólo una palabra. Una y tomaría este, devorando cada segundo que tardara en abrazarlo.
Estaba sentada, en un banco, de espalda, observando como jugaban los niños.
Se acercó y tocando su hombro pronunció la palabra que quemaba en su boca.
- ¿Madre?
-   Si. ¿decía Ud. algo? Perdone, no puedo atenderla, mi hija, se ha caído.
Se quedó allí, helada, con la mirada pérdida en su silueta, que se alejaba, y en la garganta un grito paralizado:        ¡¡Madre!!


SU DIGNIDAD

Ya no podía más. La anulación, eran ahora el único equipaje por su viaje por el amor.
Había fraguado en su mente, cada detalle del encuentro.
El encontronazo era inevitable.
Hojarascas de sentimientos, iban cayendo sobre su corazón, desprendidos del fugaz encuentro con el ayer. Sin embargo, la nada del presente, tejía en torno a ella, una telaraña de desamor, donde se enredaban sus ansías de volver a empezar.
Ya no existían para ella, orilla, ante las tormentas. Ya no navegaban sus deseos, ahogados por la desidia de sus continuos olvidos.
Él, se acercó sonriente y satisfecho, dueño y señor de su ego, alabado por los vasallos de su prepotencia. Pero, al llegar hasta ella, al mirarla a los ojos, algo en estos, hizo que su sonrisa, se congelaba, petrificada, durante la danza que había iniciado. Las estrellas, que antes, brillaban en ellos, sólo para él, ya no lo hacían y la noche, fue introduciéndose por todos los poros de su cuerpo.
No hicieron falta palabras. La miró. Le miró.
Dándose la vuelta, se marchó, en busca de otro ave de presa.
Ella, al verle marchar, supo que la luna de sus noches, volvería a iluminar, los dos balcones de sus ojos y la lágrimas, aquellas lágrimas que habían fraguado la temida despedida, convertidas ahora en pétalos de esperanzas, emanaban el perfume de la dignidad.

SIN CADENAS

Veía acercarse el túnel. Las penumbras del camino, le asustaban. Cerca de él, de los rostros, manaban lágrimas de tristezas, que pintaban la huellas de su paso por el túnel, de negro azabache, y los sonidos del desconsuelo, retumbaban en sus oídos, como trompetas , que lazarán al viento, sinfonías amargas.
De pronto, se hizo el silencio. ¡Nada!
Un instante después, una luz, cegó sus pupilas cubiertas. Al final del túnel, un manto blanco, extendía sus bordes hacía él.
Levantó su espíritu, dejando atrás, las cadenas que ataban su existencia allí, y como un pez en el agua, nadó, hacía la entrada de la suprema insensibilidad.
Las huellas de sus pasos, ya no eran negras. El silencio, cubría sus sentidos. Los rostros se habían esfumado, y las lágrimas, eran ahora perlas que danzaban a su alrededor, cubriendo su ser de una paz inmensa.
ILUSIONES MOMENTÁNEAS
Tendida, con los brazos cubiertos de pústulas malolientes, y una jeringuilla como almohada, miraba la blanca luna. Pero la luna, ya no era blanca. Teñida de gris ceniciento, le mostraba la mueca del estigma de su destino.
Salpicaduras, semejantes a lágrimas, empezaron a surgir a borbotones de sus pupilas, y fue entonces, cuando envuelta en la cascada que creaba su amargura, se dispuso a dormir el sueño eterno.
Cogió la jeringuilla e introdujo, por una pequeña vía de piel, aún transparente, el blanco y preciado liquido hasta el final, inundando éste, delicadamente, e iluminando, cada rincón de sus tinieblas, con su humedad.
Después, desnudó a la Luna, de su mueca, dibujando sobre ella, con trazos de color plata, oleadas de felicidad efímera.
Se enroscó sobre si misma y batiéndose contra el frío, que recorría cada fibra de su ajado cuerpo, rezó una plagaría. Y, como vino al mundo, sin nada, envuelta sólo en su existencia, dejó que un sueño, plagado de frutos del Edén y néctares de inconsciencia, mojara todos sus sentidos.
Había exterminado su vida, naufragando, en un mar de ilusiones momentáneas.

 UN SUEÑO CUMPLIDO

De rojo carmín vestía el cielo. Sobre éste, los sueños de Anabel, volaban libres. Él, se acerco y despacio, rodeó su cintura. Paso a paso, marcharon hacía el habita de las realidades. Una vez allí, él, fundió su esencia con la de ella, y una explosión de vida, inundó las profundidades de sus entrañas. El cielo, coronado, por una luna, vestida de plata, se fue tiñendo de negro, dando paso, suspiro a suspiro, a un azul, moteado de blanco y oro, sobre el cual, los sueños de Anabel, ya no volaban. Andando, avanzaban hacía la sensibilidad inexplicable.

LAS IMÁGENES DEL DOLOR

El objetivo de la cámara, captaba las imágenes, de una manera fría e impasible. Sin embargo, mis dedos temblaba al presionar el disparador, ante aquellas cuencas profundas, donde el blanco de los ojos, se perdía envuelto en miradas implorantes.
Existía en ellas, dolor, tristeza, añoranza, vagando por el espacio que nos separaba, esperando que de una manera mecánica, pusiéramos en aquellas manos diminutas, algo con que alimentar sus desnutridos cuerpo.
Me acerqué, con una chocolatina entre los dedos, esperando encontrar  una sonrisa que me mirara, a la altura de mi cintura, para borrar todo el horror, captado en aquellas imágenes, pero esta, no nació. Ya estaba muerta, antes de ver la luz de su futuro.

LA BATALLA

Llevaba navegando de una página a otra, desde hacía seis días.
El hambre, la sed y el cansancio, devoraban su cuerpo, sin embargo, sus dedos se negaban a dejar de bailar sobre el ratón, y el teclado, en busca del final de la tecnología.
Gotas de sudor, recorrían su frente, y cuando con un ataque de histerismo, creyó que por fin, no existía ninguna página más, que explorar, un súbito puñal, perforó su pecho, haciendo que su garganta, se cerrara y su corazón, enmudeciera lentamente, delante de su contrincante.
Había perdido, la batalla entablada, contra la Informática

LA ULTIMA ESPERANZA

El vaivén de las olas, hacía bambolearse a la Patera.
Acurrucada, empapado el cuerpo y el alma, con el frío de lo desconocido, soñaba con la orilla que acogería, sus ansías de vida digna,
De pronto, una gigantesca y desafiante ola, vertió sobre ellos, toda aquella furia previsible y temida.
Sus pulmones, se fueron encharcando, mientras observaba el horizonte en busca de la tierra prometida.
Sin embargo, la negrura del paisaje, se fundió con la sensación se ahogo, que poblaba su ultimo suspiro pensando:
Ser libre, bien merecía una ultima esperanza.

Annia Mancheño  



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