¡ BIENVENID@S !

¡BIENVENID@S! a mi Blog personal.

Desde aquí, espero transmitiros, todas la emociones, sentimientos, alegrías, penas y satisfacciones, que mi pluma sea capaz de plasmar sobre el folio.

Espero que os guste y al menos durante los minutos de lectura de éste, vuestras emociones, sensaciones, sean como mínimo, gratificantes y enriquecedoras.

Un abrazo.
Annia




jueves, 25 de agosto de 2011

¿QUIÉN ME PRESTA UNA ESCALERA?



Maira se encontraba sentada en una pequeña terraza,  frente al mar, casi acariciando las olas, que llegaba a la orilla, envueltas en rizos de color  nieve. Rodeada por la tranquilidad que reinaba en la playa. Eran las doce de la noche.
Se encontraba pasando unos días de vacaciones en aquel lugar.  El hecho de que al día siguiente fuera laborable, ocasionaba que, apenas hubiera muchas personas paseando por esta,  en ese momento.
El mar, estaba tranquilo. Vestido de azul verdoso, con el negro sobre la línea del horizonte y con una reflejos de plata que aportaba a éste la luz de la  Luna, en algunas zonas, invitaba a dejarse llevar por, miles de sensaciones que iban poblando los sentimientos, al contemplar a lo lejos, algún que otro barco y barquichuelas, que navegaban al compás de las olas.  
El ambiente, inevitablemente, invitaba a volver  a los recuerdos, que quisiera o no, se aposentaban en la mente, cuando se paraba el reloj del tiempo de la actividad desenfrenada, en el transcurrir diario.
A pesar de que, se quisiera desconectar un poco del mundo, no siempre sereno, de la rutina cotidiana,  en esos momentos en que se encuentraba feliz, rodeada del cariño y amor  de aquellos que la querían  y compartían  esa felicidad, no pudo evitarlo, acordase  de otros que por circunstancias, no siempre buscadas, no la tenían.
Esto, la hacia valorar, si cabe más, esos pequeños momentos que se viven  y hay que aprender a disfrutar.
Si embargo, con esa soledad buscada; durante ese cruce de sentimientos, ante la inmensidad del mar, que contemplaba, no pudo evitar que, el barco de sus recuerdos,  volviera por un instante, al puerto de las palabras. Esas que, unos días antes, con el fondo musical de una Saeta, había escuchado a una de sus amigas, envueltas en el amargo sabor de la soledad.
Por unos instantes, hubiera querido coger aquella escalera que nombraba la canción, para subir al madero, como decía en esta; desenclavar, los clavos de los silencios dolorosos de su amiga que,  crucificada su sensibilidad ante la vida,  cansada y perdida en la entrega, no valorada, con las manos ensangrentadas, por la agonía del desamor, puso a su corazón voz. Como ponía la Saeta, el canto, sobre el aire; envueltos en llantos, que pedían  cada año, al renacer la Primavera, que los caminos sin salida, lleguen por fin al último peldaño, para bajar de la cruz, al Dios de la plenitud, la justicia y la fe, de aquellos que, del poder divino esperan, que llegue poniendo luz, sobre su camino.  Al igual que, pide el Andaluz, con ese canto, que esa cruz, no sea el símbolo de lo perdido, por el pueblo herido, sino la evidencia de lo recorrido, sobre el mar de lo sentido, en rumbo constante, hacía nuevos destinos.
Evidentemente, a lo largo de la vida, todos o casi todos,  llevamos una cruz. Todos, arrastramos en algún momento, ese madero, en algún tiempo de nuestro discurrir hacia la cima del monte de la vida, después de llorar, lágrimas de amargura, en el huerto de los olvidos, ante la evidencia de las vivencias.
Todos, vivimos instantes, en que nos perdemos en, callejones sin salidas. Pero la vida es sabia y siempre germina la semilla que, hace crecer la esperanza, aunque no siempre su rostro vista de calma y no llegue  a nuestros oídos, sus palabras y a nuestro corazón,  el perfume que preside a la grandiosidad de sus pétalos abiertos, dirigidos al sol de las alegrías y en la desesperación del momento, nos ahoguemos en el mar de los chantajes a ésta, que las olas de la vida pone sobre la playa de nuestros sentimientos.
Y así es.  Como dice la Saeta: ¨¡Quién me presta una escalera para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?¨
Como el grito del canto de los gitanos, de ese Nazareno, al que Machado presto su voz, surge desde nuestro corazón el desencanto, apenas sin percatarnos, de la fuerza de esas palabras. Por que, todos en algún instante de nuestra vida, necesitamos a alguien, que nos preste esa escalera, formada por peldaños de solidaridad humana y nos ayude a subir por ella, cuando nos encontramos crucificados, en algún paso de la vida; coronados por las espinas del desaliento y el cansancio, como Nazarenos, incomprendidos y asustados ante el olvido del Padre de la vida, que parece haber cerrado sus ojos a nuestro sufrimiento.
Sin embargo, también, como la voz de la saeta, nuestra voz, debe alzarse, desenclavando con ello, los clavos de los miedos.
Que no puede el amor ser infierno; ni crucificar, sobre maderos de silencios, de entrega sin límites, el egoísmo de los demás, ante sus propias soledades, anulando la libertad del compañero.
Desde lo alto de la cruz; desde el cenit de los sentimientos; desde el punto del firmamento, aposentados sobre el planeta de la tristeza, desde esa estrella fugaz, donde habita la soledad más cruel, la soledad en compañía muda; debemos volver a bajar; debemos volver a cantar alzando la voz, sin miedos; a pesar de que en el mundo, existen muchos  que a la cruz nos quieran hacer subir, a aquellos que el desamor , disfrazado de amor entregan, elevándonos sobre el madero de sus manos, apuñalando nuestros  costado, para que la sangre brote desde las venas del  dolor y el miedo.
Pero deben saber que, desde arriba, cuando se contempla el firmamento: a pasar de las dudas del desconcierto, siempre llega el día en que, como ave Fénix, se vuelve  a alzar el vuelo. Que la muerte del alma, no es muerte, cuando sólo es un paso por el silencio de los desconsuelos y después de las lágrimas de la perdida en vida de aquello que amábamos; se, resucita de nuevo  a la vida.
Y como dice el cantar, con notas de positividad; el crucificado, libre ya, gritará a los que ataran las cadenas de su andar:
 ¨ No eres tú mi cantar. No quiero cantar ni puedo a ese Jesús del madero, sino al que anduvo por la mar ¨
Y con la mar de frente; cerrando el instante de los recuerdos, Maira mando sus pensamientos, envueltos en la brisa  que llegaba desde el tranquilo horizonte que contemplaba, sus más sinceros deseos para su amiga, para que estos, siguieran navegando por el mar de las palabras, desde la distancia. Para que, su barco de sentimientos, cargado a veces con tristezas y otras con esperanzas, surcara las aguas de sus desvelos, y durante la pesca de sus anhelos en un mañana, el alimento de estos, con sus valor, permitiera que, alguien le prestara una escalera de sentimientos, para subir por el madero que, el árbol de la soledad, alguien tallara en su andar y desenclavando los clavos de los silencios de su corazón; arrancada de su costado la lanza que hacía sangrar a su confianza malherida; con sus fuerzas, después de las heridas cicatrizadas y con el equipaje de su propia sensibilidad equilibrada, bajara de su cruz particular, a ese Jesús de Nazareno, para  para aliviado el dolor del desencuentro, aportando a su vida un nuevo aliento, convirtiéndolo así en el símbolo de libertad, ante  todos aquellos que la incomprensión crucificara.

Annia Mancheño

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelso!!!! Muy buen escrito. En verdad me gustó. Un placer leerte.