Que se apague la luna... ¡Deshecha la melancolía!
Que se vuelva a pintar con el nuevo día
los pasos sobre un blanquecino camino,
susurrando nuevos versos de amor al destino.
Que la tarde enlutada desgarre sus vestiduras
sacando su hermosura en marcha hacía el alba,
que aunque lluevan silencios de amores eternos
no es perpetuo el suspiro de sus gritos dormidos.
Que se acomode en paisajes, cual vergeles de besos
su sueño, que el amor espere... dueño de embelesos.
Placeres... amaneceres dorados... prisionero
de la simbiosis de dos... ¡ ¡ Te espero ¡ ¡ Te quiero
Que en la templanza de lo vivido, el néctar de lo sentido,
la hiedra de los sentimientos apresurará con él, el encuentro,
indomable ante los deseos ciertos, de vivir y no morir
deshilvanando la flor de los miedos sin un... ¡ Te quiero ¡
Y entre vertientes insinuosas del camino, sin apagados suspiros,
encontrará esta de nuevo un sentido a todo aquello que ha vivido.
Que el amor es como un niño: Inocente, apasionado, sin miedos...
Del futuro lo esperanzado... y como un niño... ¡Dulce, tierno y esperado!
Annia Mancheño
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