¡ BIENVENID@S !

¡BIENVENID@S! a mi Blog personal.

Desde aquí, espero transmitiros, todas la emociones, sentimientos, alegrías, penas y satisfacciones, que mi pluma sea capaz de plasmar sobre el folio.

Espero que os guste y al menos durante los minutos de lectura de éste, vuestras emociones, sensaciones, sean como mínimo, gratificantes y enriquecedoras.

Un abrazo.
Annia




martes, 20 de septiembre de 2011

LA FELICIDAD, LLEGÓ EN UN TAXI


Anabel paseaba por la Gran Vía, contemplando los inmensos edificios con cristales multicolores, que ponían sobre Madrid, pequeños rayos luminosos en la tarde que caía lentamente.
Había sido un día agotador. Su trabajo, dejaba en ocasiones tan mal sabor de boca, que necesitaba la tranquilidad del día que se alejaba, para olvidar que una vida se había marchado, pero otras continuaban.
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se percató de que alguien la llamaba, hasta que una mano en su brazo, la hizo volverse y oyó a un caballero que le decía:

  • Disculpe  señora, creo que la llaman a usted.

Dirigió la vista hacia donde éste le señalaba y... Fue entonces cuando diviso el taxi y asomado a la ventanilla...el rostro de él.

¡¡ No podía creerlo! ! Allí, estaba Fernando. Agitaba su mano, indicándola que se acercará y en su rostro, había una amplia sonrisa.
Se acerco despacio. Intentaba, en el poco espacio de tiempo que duraba el trayecto desde la acera hasta el taxi, tranquilizar su corazón, que latía apresuradamente.
Cada día le observaba y aunque apenas se habían dirigido unas palabras en el
Hospital, su calidad humana, simpatía y sentido del humor habían hecho que poco a poco, fuera naciendo en su corazón aquel sentimiento que tan profundamente se había aposentado en su interior.

  • ¡Hola, Anabel ! Ven, sube, te invito a una cerveza.

Subió despacio. El, con delicadeza, le extendió la mano para ayudarla y el sólo
contacto con ésta, hizo que su cuerpo se estremeciera. Una cálida sensación recorrió éste y temió que su cara reflejara la emoción que en esos momentos sentía.
Cuando se encontró sentada, a su lado, éste le indicó al taxista que continuara,
dándole  la dirección de un Pub que ella no conocía y volviéndose, le preguntó :

  • No te vi. esta mañana cuando pasé por tu sala. ¿ Acaso estas enferma y no has ido
            por esta razón a trabajar ?

Anabel, no podía creerlo. El, había  notado su ausencia. Claro que había ido, pero más tarde, ya que las dos primeras horas, las había tenido que dedicar a aquellos molestos análisis que le había mandado su doctora.
Sin mirarle a los ojos, pues temía que viera en ellos la confusión que sentía, le
contestó :

  • Si he ido Fernando. Lo que ocurre es que lo he hecho más tarde.

  • ¡ Ah ! Bueno.. No lo sabía.

Parecía confundido, cómo si de repente, al mirarla a los ojos, él se hubiera percatado, de la necesidad de verla a diario.

Recorrieron varias calles de Madrid.
Durante el trayecto, la conversación, resultó trivial e impersonal. Temas de trabajo... el tiempo... el tráfico... parecía, como si los dos, quisieran evitar cruzar sus miradas por miedo a descubrir en estas un nuevo sentimiento, desconocido para ambos.
¡ Por fin ! Allí estaba el Pub .
Resulto ser un Pub de estilo Hahwayano, con hermosas palmeras dibujadas en su entrada y luminosos rótulos, indicando el nombre : Hawuipar
Cuándo entraron, Anabel,  quedó encantada con el ambiente. Estaba decorado con múltiple paisajes de las Islas Hawayanas, con grandes cuadros que mostraban paisajes del mar, playas pobladas de inmensas palmeras y multicolores macetas repartidas con una exquisita elegancia por todo el local. El mobiliario, era de mimbre, y había enormes balancines y pequeñas butacas alrededor de las mesas.
Nada más entrar en el local, una preciosa muchacha ataviada con el típico traje de las Islas, le obsequió con un sencillo collar de papel y una flor y les acompañó hasta una mesa.
Fernando, tomando la mano de Anabel, le indico que se sentara en uno de los
balancines, junto a él, al darse cuenta de que esta pensaba hacerlo en una de las
pequeñas butacas de mimbre.

  • ¡ Ven !.  Aquí, estaremos más cerca para poder hablar.

Pidieron al camarero, entre sonrisas, dos confinados llamados Volcán y Néctar de los Dioses.
Cuando llegaron estos, envueltos en diminutas chispas y humo, producido por el
efecto del hielo sintético, Anabel comento sonriendo :

  • Ahora comprendo por qué lo llaman Néctar de los Dioses ¡trae estrellas con él !

Fernando tomó su mano y con una infinita ternura, le dijo:

  • Anabel, nunca pensé que tuvieras tanta imaginación. Cuándo se te ve atendiendo a los enfermos, ya se puede adivinar  que eres una persona muy sensible, pero nunca pude imaginar que fueras tan romántica.

Apartó su mano con la excusa de tomar un sorbo, consiguiendo con ello,
disimular el nerviosismo  que sentía cuando él la tocaba.
Continuaron hablando durante tres horas de infinidad de cosas, mientras que sus cuerpos callados, con el lenguaje mudo de los sentidos, se gritaban todas las
sensaciones que entre ellos estaban naciendo.

  • Fernando, tenemos que marchar a casa, mañana hay que madrugar. ¿No te parece?

Este la miró, y se aproximo durante unos segundos a Anabel, sus labios estaban tan cercanos a los de ella que durante un momento, pensó que iba a besarla y turbada se levanto apresuradamente.

  • Vamos,- dijo sonriendo. Si no, mañana, me dirás que yo soy la responsable de tus ojeras, y los hombres no os maquillas estas ¿ verdad ?.

El se levantó y cariñosamente le dijo al oído:

  • A veces, hay motivos por los cuales esas ojeras uno, desearía que nacieran todas las noches.

Emocionada, se dirigió a la salida mientras que este, pagaba la consumición al
camarero, que se había acercado al verles levantarse.
Ya en la calle, la suave brisa que soplaba, tranquilizó un poco sus nervios.

  • ¿ Te gustaría dar un paseo por el lago ? La noche está preciosa.

Había tomado sus manos, y la suave presión de estas sobre las suyas, hizo que
no pudiera decir que no. ¡ Apenas podía hablar !

  • Pero Fernando.... mañana....

  • Vamos Anabel, mañana será otro día. Disfrutemos hoy esta maravillosa noche. Nunca la había visto tan estrellada y tan hermosa desde que vivo en Madrid. ¡ por favor !

Tenía razón. La noche  estaba radiante. Una luna creciente parecía sonreírles desde el cielo, la ciudad parecía querer vestirse con un manto  de terciopelo negro, salpicado por diminutas gotas de cristal con destellos de plata. Esto hacía que se sintiera especialmente romántica esa  noche. El invierno, empezaba a marcharse. Los árboles, plagados de diminutas yemas que se convertirían en flores, daban a los parques ese tono primaveral que se adivinaba iba llegando.
Muchas noches sus ojeras, las ocasionaba el quedarse leyendo o escribiendo a los familiares que tenía lejos hasta altas horas de la madrugada. ¿Por qué hoy no podía hacerlo, disfrutando de la compañía de él? ¡ Mañana sería otro día !.

  • Esta bien,  vamos. Pero mañana no me digas que tienes sueño, dijo sonriendo, ¿ Vale ?

Sin decir palabra, la tomó de la mano y caminando lentamente, se dirigieron hacía el Parque de El Retiro que quedaba cerca.
Durante dos horas, estuvieron paseando y hablando de temas relacionados con ellos mismos.
Se sentía feliz. Él no había soltado su mano y así cogidos, una sensación de
confianza, se apoderó de ella.

  • Anabel, necesito decirte algo... Se había parado y mirándola a los ojos, con las manos cogidas, se acerco a su cara.

  • Yo...yo...

Cada fibra de su cuerpo se puso en tensión, al tener tan cerca su rostro.

  • Fernando....

  • Anabel.. yo...

No escucho más. Los labios de él, se habían posado suavemente sobre los suyos.
Cerro los ojos y se dejó llevar por la sensación que la inundaba en ese momento.
Su presencia, penetró en cada rincón de su ser. Despertó cada sentido de este y en silencio murmuró las palabras más hermosas que cualquier enamorado hubiera sido capaz de pronunciar.
Apenas fueron unos minutos, sin embargo, estos se convirtieron en una eternidad que hizo que su corazón rebozara de ternura.
 No dijeron nada. El lenguaje de los besos había hablado por ellos y todo un mundo de esperanzas se había abierto delante de sus ojos.

  • Vamos, -dijo con ternura Fernando-, con una sonrisa en los labios y la mirada. Mañana tenemos que levantarnos temprano para trabajar, ¿recuerdas? Mi apartamento está cerca...

La pregunta quedó en el aire, como si sólo el hecho de pronunciarla, pudiera romper, todo la magia del momento.
Sin embargo, sus ojos esperaban ansiosos y llenos de esperanzas la respuesta de
ella.
Le miro a estos y en ese momento descubrió que en ellos existía el mismo amor
que en silencio ella había guardado y que fue naciendo durante el tiempo que llevaban trabajando juntos.
Sonrió y acariciando levemente su mejilla le dijo:

  • Vamos Fernando. Pero por favor, aunque estemos cerca, tomemos un taxi. ¿vale? Al fin y al cabo, uno nos trajo hasta aquí. ¿No crees ? y sonrió

Annia Mancheño

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