Aguijonea el insomnio con la noche como manto,
mientras versa el sentimiento, el monótono paso de los minutos,
murmurando el péndulo de los segundos,
en el lento caminar del resplandor, que hará nacer el nuevo día.
Son prosaicas las noches con sus desvelos,
cuando enmudecen en el silencio tus caricias y besos.
Yerto queda el cuerpo cuando entornas las puertas de tu morada.
Cruje ese silencio ante la ausencia de la clara luz de tu presencia
Y sobre la tribuna de mis deseos inciertos,
Ese monólogo de ruegos gritan: ¡Te quiero!
Suena el reloj... ¡Son las cuatro!
Suena mi corazón... ¡Son los latidos de tus abrazos!
Y prosigue recorriendo en la ausencia del sueño
el camino que devolverá a mi tus pasos.
No turban estos la luna, ni la tardanza del próximo día...
Porque una indescriptible sensación de amor que expía…
Cubre y llena tu ausencia que, pronto será una dulce presencia.
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