Llegan entre
brumas, casi sin aliento,
se posan en la
mente aportando al cuerpo
la dulce caricia de
los primeros recuerdos.
Las trenzas tejidas, los
rosados besos,
el hogar vestido de hermosos
momentos,
la cuna danzando y aquellos
muñecos
que de cartón y plástico
estaban hechos.
La casa encalada, la pila en
el patio,
la ropa al sol y una máquina
sonando,
de madrugada en el carro
cargado
el pan recién hecho, el
padre pedaleando.
Ya cose la madre, ya plancha
la ropa,
abraza a los niños y siempre
en la sombra
saca adelante en el hogar
que honra
a seis pequeñuelos que su
amor le roban.
Sobre las paredes sombras
caprichosas
que las celosías sobre las
ventanas,
pintaba cuando el día con la
luz de mañana
ponía si aliento sobre las
almohadas.
El barrio con voces se lava
la cara
y con las carteras, riendo,
riendo,
después del pan con aceite y
leche hirviendo
hacía los colegios los niños
se van corriendo.
El mar, la arena, castillos
encantados,
los juegos reunidos en las
noches frías
y cuando la luna de plata se
vestía
besos, abrazos, sabanas
blancas,
que arropan los sueños hasta
la mañana.
Primeros recuerdos,
inocentes momentos,
que duermen entre nanas de
sentimientos,
en brazos del paso del
imparable tiempo
descansan acunados por el
pensamiento.
Annia Mancheño
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