Manos blancas, pequeñas…
Eran cuando robaban al mar
el polvo de sus arenas
en las playas de su tierra.
Manos finas y alargadas…
Cuando vestidas de adolescencia
subidas sobre la impaciencia
rozaban las aspiraciones cada alba.
Manos tímidas, avergonzadas…
Cuando su rostro acariciaban
en las noches de aquella juventud gélida,
dolorosa y callada, donde la soledad
aprisionaba el amor de un padre
que no supo vivir llenando de amor su casa.
Esas mismas manos fueron..
Las que llenas de consuelos otras heridas
con amor limpiaban entablando
contra la marcha inminente una batalla.
Manos que trabajan, mimosas, amorosas,
despreciadas, ignoradas, transparentes
cuando aman, grises cuando
la tristeza quejosa llama.
Recorrieron mil instantes,
conocieron mil rigores, abarcaron nuevas ideas,
fueron dolor y esperanzas, caricias y quimeras.
¡Cuántas cosas contemplaron!
¡Cuánto amor aún tienen que dar!
¡Cuantas caricias pedían!
De estas muchas se llevaron
las circunstancias de la vida.
Envejecen entre tiempo, esfuerzos, desazones,
rejuvenecen entre versos, sentimientos,
y con las arrugas del tiempo
siguen manteniendo limpio sus anhelos.,
de la vida sus requiebros.
Manos que lloraron aceptando
cuando se marcharon en caravanas de olvidos
los sueños ya perdidos
y al igual que en un suspiro
se dice adiós a lo vivido, en un gesto,
un pensamiento, un momento
pone a su andadura nuevos sueños.
Manos que sin duda, tal vez un día
sobre sus cansados dedos con la ternura
abriendo su piel ajada dejará testimonio
de todo lo que sus ansias esperaban,
y acariciaran cada noche a la luz de la luna
los recuerdos que en el camino
de sus sentidos dormidos se hallarán
para otras manos amadas.
Manos blancas, pequeñas, inocentes,
grandes, ásperas, cansadas, esperanzadas…
Manos de experiencias cargadas
que siguen en el sendero acariciando
con su tacto todo lo que
sobre su regazo guarda con esmero.
Poema de amor y vida con movimientos
que va formando el tiempo
dando a su piel la eternidad de lo que siento.
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