El lugar, era una selva tropical. Energía en marcha, que danzaba de un pasillo a otro. Todos, tenían un factor en común que les guiaba.
En función de su búsqueda, sorteando los jadeantes cuerpos, apenas movibles, sobre la superficie donde se encontraba, y ante la abundancia de expectativas, recorrió, tramo a tramo, cada baldosa, observando cada jaula de envoltorios y envases, en busca de la ansiada caza.
El tiempo apremiaba. Los segundos, avanzaban inexorables sobre el reloj, advirtiendo que el momento definitivo se acercaba.
Sus ojos, atravesaron, cada espacio que delante de ella, se burlaba de su desesperación.
¡Por fin! Al final del pasillo, los divisó. Majestuosos, soberbios, esperaban, que el reloj, diera su campanada final, presos y acobardados, la mayoría, por la euforia de sus ansias de poseerlos.
Cuando su mano, rígida y temblorosa, se proyectó hacía su cuerpo, evadiendo la marabunta de manos, que alrededor, luchaban por alcanzarlos, una voz metálica e impersonal, sonó horripilantemente por toda la superficie, mientras que sus oídos, captaba incrédulo y agobiados, su sonido.
¨ Señores clientes, el tiempo para comprar la oferta del mes, ha concluido. Gracias por su visita, La próxima semana, se les informará sobre el nuevo producto, que será expuesto a precios módicos ¨
Los brazos, cayeron desmadejados. Dando la vuelta, enfilo hacia las cajas registradoras, abriéndose paso entre el entramado tapiz de carros de compra, para abonar el importe de los productos, que había ido depositando sobre su propio carro, que la miraban con sonrisa irónica y burlesca, mientras duró la travesía en pos del producto del mes, lapidando a cada paso su maltratada economía.
Annia Mancheño
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